I
La tarde, como una vela que mengua,
se consume en trémulas horas sin fe.
Cuando la infinitud sueña eternidad
y la eternidad es pesadilla, nunca sé
dónde acaban los presagios del alma
y cuándo empieza uno a comprender
que no hay lugar que tenga mi nombre
ni tiempo que haya pensado en volver.
II
Remar por amor es una deriva vocacional:
la certeza de saberse perdido
y sentirse,
instintivamente,
vivo.
Es un poema muy bonito, no sé cómo eres capaz de condensar sentimientos en algo breve con ritmo, crear un poema que tenga una cierta unidad. La idea de fondo, el pensar que el tiempo pasa y nada acontece más allá de un estúpido presagio que es, por otro lado, un gran estímulo, está muy bien plasmada. Un saludo.
ResponderEliminarQuizás esta deriva vocacional solo sea la elección personal de perderse en lo nuevo, en la salvaje novedad de texturas irreales. No como un suicida, pues este se lanza a la perdición para finalizar en ella, sino como un kamikace, sin miedo, sin segunda oportunidad.
ResponderEliminarPartir, esa es la meta.
Carlos F. Maleno
La existencia y el amor. Siempre lo uno y lo otro. Ser o no ser. El ying y el yang…
ResponderEliminarDos deliciosos poemas, suaves, profundamente hirientes con el filo de la duda, con un delicado perfume de tristeza melancólica, con la certeza de la nada y el ahora.
Ricardo B.F